JRS


 JRS Kenya


Eran inicios de marzo, el conflicto del que venía ya estaba mucho más digerido y ahora me tocaba empezar de cero en el Jesuit Refugee Service. Aquí, al igual que en Kangemi, mi casa y la oficina se encontraban en el mismo lugar. Seguía teniendo muy presente la vida en Upendo y la iba a echar en de menos, pero estaba entusiasmado con esta nueva etapa trabajando para los refugiados.

 El JRS está situado en el barrio de Lavington, uno de los más pijos de Nairobi. Podéis imaginar el fuerte contraste que supuso viniendo del Slum. Ya no era el único Mzungu del lugar, en absoluto. Los precios en los puestos de fruta eran claramente más altos que en Kangemi, "of course! We are in Lavington" me explicó la vendedora mientras escogía qué tomates darme. El tráfico también era claramente mayor, autobuses, matatus, bodabodas y coches no dejaban de circular, levantando polvo y formando atascos a menudo, mientras que en Kangemi se veían unas pocas veces al día. Había buenos restaurantes cerca de donde yo vivía (algunos sorprendentemente caros). Yo sabía que esta ciudad no era tan barata como un europeo puede pensar, pero es en esta nueva zona donde me he dado cuenta de que Nairobi puede ser realmente cara, especialmente si uno frecuenta mucho los bares y el ocio de donde van los occidentales.

El recinto del JRS es un recinto vallado que contiene varias oficinas, un par de habitaciones con baño y un jardín muy agradable. Se accede desde la ajetreada Gitanga Road, concretamente donde está el Maria Immaculata Hospital. Junto al mismo hay un callejón de unos 100 metros que hace bajada hasta dejarte en la entrada del JRS.  Esa distancia es la que separa el recinto de la transitada calle. Por ello, al quedar semi ocultas tras el hospital, las oficinas gozan de una calma considerable haciendo del sitio un lugar tranquilo y razonablemente silencioso. Por la noche puedo escuchar el sonido de los grillos y por la mañana el de los pájaros. Es un pequeño oasis en un entorno urbano. A veces me recuerda a mi pueblo.

JRS Kenya pertenece a JRS Eastern Africa, que es una de las 9 oficinas regionales de JRS a nivel internacional. La región de JRS Eastern Africa incluye Rwanda, Burundi, República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Tanzania, Uganda, Etiopía y Kenia. Los refugiados para los que trabajamos provienen de la mencionada zona de África. Es importante entender que Kenia es un país que presume de una estabilidad envidiable, especialmente si comparamos su situación con la de muchos de sus vecinos. Pienso que merece la pena repasar, en una frase, el contexto de alguno de estos.

 Tenemos Sudan del Sur, el país más joven del mundo que, tras dos guerras civiles con el resto de Sudán, consiguió su independencia en 2011. Desde entonces se encuentra sumido en una nueva guerra civil en un contexto en el que el 20% de la población padece desnutrición aguda. Después está Rwanda, un país marcado por el conflicto entre los dos clanes (Hutus y Tutsis) y escenario del conocido genocidio del año 94, en el que murieron más de medio millón de personas y se perpetraron todo tipo de atrocidades. Somalia, el país de los famosos piratas, marcado por hambrunas, sequías, terrorismo y conflictos que se suceden desde los años 90. Etiopía, actualmente sumida en una guerra civil. República Democrática del Congo, donde encontramos un contraste increíble entre la riqueza natural del país y la pobreza de su población. Fue el escenario de la guerra del coltán en el 98 y hoy mantiene un clima de violencia, especialmente para las mujeres, la mayoría de las cuales serán violadas más de una vez a lo largo de su vida.

                                                

Así pues, son muchos los refugiados que vienen aquí desde distintos países y huyendo de conflictos diversos. Con fines informativos diré que la diferencia entre un migrante y un refugiado, es que estos últimos huyen de su país motivados por un miedo razonable a estar en peligro, los migrantes por otro lado suelen marcharse por motivos económicos y por falta de oportunidades en sus países. Así pues, ambos huyen de una situación insostenible, pero con una diferencia: el miedo. De hecho, en la definición de refugiado se insiste bastante en el elemento del miedo o temor. Según la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, un refugiado es aquella persona que:

 Teniendo un temor bien fundado de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social particular, u opinión política, está fuera de su país, de su nacionalidad y está inhabilitado o, a causa de este miedo, no quiere optar por la protección de este país.

Bien, habiendo contextualizado puedo volver a mi llegada al JRS. Yo sabía algo de esta organización. Las líneas de actuación que JRS tiene para ayudar a estas personas son principalmente 4: Educación, Sustento, Protección y Apoyo psicosocial. Yo estoy principalmente en el área de Protección, pero en la práctica también escribo propuestas de financiación, apoyo en talleres de educación para alumnos, trabajo en informes semanales de lo que hacemos, llevo un proyecto de reconciliación… En definitiva, tengo la oportunidad de tocar diferentes áreas. Esto es así por que JRS Kenya tiene, como entidad, un tamaño moderado, lo cual significa que a menudo las cosas se sacan adelante entre todos, aunque no se trate estrictamente de “lo tuyo”. Imagino que es parecido al mundo de la empresa; una Start-up siempre va a permitir al empleado aprender más ya que estas cuentan con pocas personas para hacerlo todo. Por otro lado, en una gran empresa es más probable que las funciones del empleado sean mucho más específicas, como un pequeño eslabón de una gran cadena.

Mi integración en el JRS fue fácil gracias al buen ambiente y a la simpatía de todos los empleados. Una vez más tengo que dar gracias a Paula, como siempre allanándome el terreno, y a Angelo, el country Director, por implicarme en diferentes temas y darme algunas responsabilidades importantes. No las esperaba tan pronto, pero las agradecí ya que suponían retos, y estos, por definición, siempre traen consigo aprendizaje.

Por un lado pasé a ser la persona de contacto con la Universitat de Barcelona y ESADE ya que ambas universidades ofrecen cosas que nos interesan para nuestros refugiados. Angelo me puso al cargo de Sports4Peace, un proyecto para promover la reconciliación y la paz entre refugiados a través del deporte (organizarlo, redactar propuestas de financiación, coordinar a los distintos grupos involucrados, etc.). Por mi cuenta iba familiarizándome con legislación internacional y local sobre los refugiados ya que es bueno estar al tanto de eso si trabajas en temas de protección. Mi supervisora directa y coordinadora de protección me fue delegando tareas del día a día a través de las cuales aprendía como funcionábamos.

Poco a poco iba entendiendo como funcionaba el JRS y con el tiempo seguiría aprendiendo más sobre cada departamento. A menudo reflexiono sobre la cantidad de cosas que uno aprende por el mero hecho de estar en la oficina teniendo conversaciones sobre este proyecto, aquel donante o algún nuevo reto. No tardé en  visitar nuestras oficinas satélite en Kayole y Eastleigh, barrios con alta densidad de refugiados, donde pude hacer un poco de red con algunas CBO (Community Based Organizations) para mi proyecto de Sports4Peace. También acompañé al resto del equipo a visitar la nueva oficina en Kangemi, una zona ya muy familiar para mí. La apertura de esta última me alegró mucho ya que me permitiría tener una excusa para ir volviendo a Kangemi. Se acercaba el final de marzo y yo me iba formando una primera imagen mental de las distintas intervenciones que JRS lleva a cabo en Nairobi, con los refugiados urbanos.

Ahora solo me faltaba ir a Kakuma, el campo de refugiados al noroeste del país y uno de los 5 más grandes del mundo, donde mi departamento, el de Protección, cobraba bastante importancia. Ahí conocería a los refugiados de cerca y entendería lo que es la vida para estas personas incluso habiendo dejado atrás las peligros de los que huyeron en sus países de origen.

                               

Antes de concluir hoy dejo aquí una pequeña reflexión que, sin ser nueva, no deja de ser necesaria desde mi punto de vista.

Mientras escribo estas líneas todo el mundo tiene los ojos puestos en Ucrania. Todos siguen de cerca cada novedad, en cada movimiento, en cada noticia. Emociona ver como se ha formado una oleada de solidaridad hacia el pueblo ucraniano y hacia las personas desplazadas por el conflicto. Pero, por otra parte, creo que es bueno plantearnos algunas preguntas al respecto.

¿Somos tan solidarios cuando se trata de refugiados africanos? ¿Cuánto sabías de los conflictos de esta zona del mundo? y sobre todo ¿Cuánto te importa?

Tristemente, nuestra indiferencia con respecto a lo que pasa más allá de occidente no es ninguna novedad. Desde luego yo me incluyo en esa ignorancia colectiva y seguiría sin saber nada sobre la realidad de aquí de no ser por el trabajo en JRS Kenya.

Esto no es más que una invitación para plantearnos si realmente nos creemos aquellas bonitas palabras que tanto repetimos en nuestras constituciones, leyes, declaraciones y discursos; que todos los seres humanos nacemos libres e iguales en derechos y dignidad, que valemos lo mismo sin importar nuestra nacionalidad, color o país.

(Dejo aquí un artículo de Entreculturas sobre el tema: Crisis olvidadas en África | Entreculturas)

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