Youth

 

Youth

Entre los problemas que un mzungu puede encontrar en el slum cabe destacar la soledad en el tiempo libre. No es que falte gente de mi edad, pero ¿Cómo llegar a ellos? Y en su caso ¿Cómo conectar?

Por suerte yo conté con la valiosa ayuda de Javi desde España. Javi es el último voluntario VOLPA que estuvo aquí. En su caso, el programa duró dos años, tiempo en el que pudo perfeccionar el swahili y adaptarse a la sociedad de Kangemi (no lo digo yo, me lo dicen los locales). Pues bien, poco antes de venir a Kenia, me encontré con su hermano, que me entregó un sobre lleno de postales de Javi para diferentes personas de aquí. La entrega de esas postales me sirvió de excusa para establecer ese primer contacto con muchos. Especialmente en el grupo de jóvenes de la parroquia.

Este grupo está formado por unos 30 o 40 jóvenes de la parroquia. Las edades oscilan entre los 19 y los 27. La religión tiene, como en toda la sociedad local, un papel muy importante en este grupo que, sin ir más lejos, es conocido como Youth Serving Christ (YSC). Como ya comenté en otro texto, aquí en Kangemi es complicado encontrar sitios donde quedar. Es por eso que las instalaciones de la parroquia son las más usadas por los jóvenes para reunirse. Los ensayos del coro de misa son un ejemplo.

Yo me uní al coro para tener una forma de verme con ellos e integrarme. A nivel social debo decir que es una muy buena excusa para entablar relaciones, aunque el idioma es una barrera importante para consolidar esta integración. Además, musicalmente hablando, para mi es precioso formar parte de un coro con cuatro voces diferentes, ritmos africanos bastante nuevos para mí y letras en swahili. A pesar de cantar, enseñar guitarra y participar en algún concierto en el pasado, para mí supone un reto estar a la altura en el coro.

  

Creo que los que han estado aquí antes que yo, coincidirán en reconocer que esta gente lleva muy dentro este talento natural por la música. Prueba de ello es la facilidad para cantar y bailar que tienen los africanos. En España nos sorprendemos por mucho menos de lo que yo veo aquí en cada ensayo. Es como si cantar bien fuera lo normal. Mientras tanto, en casa nos dejamos sorprender por alguien que no desafina al cantar. Más allá de la destreza está la falta de vergüenza en el buen sentido. La gente aquí necesita muy poco para entregarse por completo al baile o al canto. No importa el momento del día y tampoco necesitan un par de copas para “soltarse”. Nosotros, en cambio, a menudo tenemos muchas barreras mentales para bailar o cantar en público.

El grupo también organiza algunas excursiones. Yo pude asistir a una en mi segundo fin de semana aquí. Aunque era muy pronto para mí, me forcé a ir con ellos. Me impuso mucho cuando llegué por la mañana y vi un grupo de 90 jóvenes (en eventos especiales el grupo se triplica) hablando alegremente entre ellos en un idioma totalmente desconocido para mí. Yo estaba ahí en medio, con mi mochila simplemente observando, como una planta. Fuimos al cráter de Menengai, en Nakuru, a unas 5 horas de Nairobi. La timidez que llevaba dentro en aquellos momentos era gigantesca, pues apenas llevaba 10 días en Kenia. Me sentía muy incómodo y fuera de lugar. Sin embargo, sabía que ese esfuerzo por salir (nuevamente) de la zona de confort supondría un avance en mi vida social. Fue un día largo en el que pasamos la mitad en el bus y la otra mitad caminando por bosques. Pude entablar conversación con algunos jóvenes, algunas de dos minutos y otras de una hora. El autobús tenía altavoces en diferentes partes. Yo tuve uno gigante sonando a todo volumen a medio metro de mí, tanto a la ida como a la vuelta. El bus entero era una fiesta móvil. La mayor parte de los que iban en él estaban bailando en el pasillo como si de una discoteca se tratara. Eran las 7 de la mañana y yo contemplaba, aún con legañas, la energía que desprendían esos jóvenes. Ni en las mejores fiestas he bailado así con mis amigos. Así pues, la música no paró desde el amanecer hasta la noche, cuando llegamos a casa. Fue un primer contacto con los jóvenes bastante intenso.

La YSC no es simplemente un grupo de amigos que se encuentran de forma casual. Es bastante activo y organizado, tiene sus líderes, sus comisiones y su calendario de actividades. El grupo de Whatsapp nunca para. Siempre se comentan las actividades de la semana, los planes, los avisos, los ensayos del coro y tantas otras cosas. Les encanta establecer, de vez en cuando, normas en la vestimenta para las misas en las que cantamos (de amarillo, temática escolar, de etiqueta, black&white, etc.). Organizan deportes algunos domingos después de misa, hacen largas reuniones de evaluación para los líderes del grupo y de las comisiones que lo forman e incluso nos hicimos un uniforme (camisetas granates con el logo de la parroquia) para una misa que celebró el obispo en la Basílica de Nairobi, en la que nos escogieron a nosotros, el coro de St. Joseph the Worker (de entre todos los coros de la ciudad), para cantar.

                

Les encantan las sesiones de fotos infinitas, posar con los amigos luciendo diferentes outfits. Montan juegos para pasar el rato, suelen hacer bailes y dinámicas. Tengo que decir que, a pesar de tratarse de gente del slum, los jóvenes son capaces de vestir muy bien. No me esperaba ver tantos modelitos y gente con tanto estilo (algo que nunca ha sido mi fuerte pero que sí admiro en otros). Algunos jóvenes parecen tener un armario más que generoso.

Es en este grupo donde he estado rodeado de jóvenes y donde he podido observarlos de cerca durante horas. Son personas generalmente alegres, siempre dispuestas a bromear, a sonreír. Creo que nunca he presenciado discusiones serias ni peleas. También he entendido lo que quería decir mi padre cuando hablaba de la excepcional belleza de las mujeres africanas. Realmente aquí la gente es esbelta y ágil. Tienen ese “ritmo” tan suyo en cada paso que dan, en cada gesto, esa gracia natural en todo lo que hacen. Es como si fueran lo más auténtico de la raza humana. De hecho, como blanco en medio de África, uno se siente entre torpe y frágil, como si no encajara con el paisaje ni con la gente.

La Youth es un grupo repleto de buena gente. Cuando uno cruza unas frases con algún miembro se da cuenta de ello. El problema (para mí) es que cuando quedan, lo hacen en masa. Los encuentros de unos 20 o 30 son frecuentes. A mí, personalmente, no me ha sido fácil relacionarme en grupos tan numerosos. Como es normal, la gente opta por hablar con sus amigos de siempre, hacer las bromas de siempre y todo en swahili. Por ello, el que asiste como extranjero se siente fuera de lugar. En mi caso, aunque mi swahili ha ido mejorando con el tiempo, sigue siendo insuficiente como para participar en una conversación. Por ello, en estas ocasiones, es frecuente sentirse algo aislado a pesar de estar rodeado de gente.

Una manera de tener un intercambio real era buscar situaciones en las que pudiera interactuar con grupos más pequeños. Así pues, en un par de ocasiones invité a amigos a cenar a casa. Siempre de dos en dos. De esta manera podía tener una conversación más íntima o personal y en inglés.

 Así pues, las dos cenas que hice fueron éxitos en ese sentido. Cociné para mis amigos y pudimos charlar y entendernos. Fueron las conversaciones más interesantes y largas que he tenido con jóvenes de Kangemi. Verdaderas oportunidades para conocer a la gente de verdad y construir relaciones más auténticas. Al final, cuando son solo dos personas, hacen el esfuerzo por hablar el idioma que uno entiende.

Por desgracia esa posibilidad de organizar cenas me fue prohibida por mi supervisor. Ese fue el primer episodio de un largo conflicto entre él y yo, que duraría más de un mes y terminaría de una forma que nunca habría esperado. Pero hoy estamos hablando de la juventud de Kangemi.

A veces, asistir a una de esas reuniones masivas con los jóvenes no era lo que más me apetecía. Sabía que, aunque pudiera tener pequeñas conversaciones con algunos de ellos, la mayor parte del tiempo me limitaría a “estar” ahí, como una planta, lo cual puede resultar incómodo. De modo que en ocasiones optaba por quedarme en casa en lugar de unirme a la actividad o reunión que estuviera llevando a cabo la YSC. Otras veces sí me sentía con las ganas suficientes como para forzarme un poquito e ir y así progresar en mi vida social.

         

Así pues, en lo que respecta a mi relación con los jóvenes de Kangemi durante estos meses, he estado viviendo en ese equilibrio entre participar y ausentarme de lo que se hacía. Algunas épocas he estado ahí como cualquier otro y otras he estado más desaparecido. En el segundo caso, llama la atención cómo parece notarse mi ausencia; a veces, tras un par de semanas ausente algunos me comentaban que creían que había vuelto a España. 

Me siento infinitamente agradecido por quienes me saludan siempre y me hacen alguna broma o me preguntan por mí. Aunque los diálogos duren menos de un minuto es muy reconfortante. Y es que hay algunos en la Youth que se preocupan por mi integración y se esfuerzan por que me sienta a gusto, algo que nunca olvidaré.

          

Comentarios

  1. Qué buena vibra ha desprendido esta entrada, Willy. Sin duda un desafío que aún así, has sabido llevar con paciencia y humildad. Me he quedado con las ganas de ver una foto tuya en modo "planta" jaja ;P

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