Kangemi: el lugar


Kangemi: el lugar

Kangemi es un slum a las afueras de Nairobi. Está a unos 20 minutos de la ciudad dependiendo del tráfico. Hace ya cuatro meses que salí de Barcelona y llegué aquí, pero todavía recuerdo muy bien las primeras impresiones.

 Venía en un vuelo nocturno con escala en Doha en el que apenas dormí tres de las 15 horas que duró el trayecto. Llegué agotado y me recogieron en el aeropuerto. Aquel día el tráfico estaba realmente mal, avanzábamos con mucha lentitud por la autopista. Cuando nos adentramos en los slums por fin pude comprobar con mis propios ojos cómo era aquel lugar que tantas veces me había imaginado.

Los slums son barriadas de chabolas, zonas marginales, con una alta densidad de población. Suelen estar cerca de núcleos urbanos que permiten a la gente vivir cerca de grandes ciudades, pero a un precio más asequible. Si no me equivoco, son lo equivalente a las conocidas favelas de Brasil o a las villas argentinas. En definitiva, Kangemi era radicalmente diferente al sitio de donde yo venía. El coche se metía cada vez más adentro y yo contemplaba todo lo que había alrededor de nosotros… ¿Podría andar yo solo por ahí en algún momento? ¿Realmente iba a ser yo el único blanco del lugar? ¿Sería peligroso?

                    

Hoy, después de unos cuantos meses puedo decir que conozco el lugar, me oriento considerablemente bien, soy capaz de sentirme a gusto y creo que puedo aportar una descripción digna del lugar. Téngase en cuenta que escribo desde la perspectiva de un mzungu (blanco), desde el shock cultural y desde las impresiones de las primeras semanas.

Como decía, un Slum es una zona marginal, un gueto. Cuando uno sale a caminar encuentra a ambos lados  de la calle pequeños comercios y viviendas. Salta a la vista que esa es una zona pobre, con personas que tienen problemas graves. Los niños sucios jugando en las calles, las madres serias cargando a sus bebes a la espalda con un manto, algún borracho gritando de vez en cuando y gente vistiendo ropas viejas y gastadas mientras conversan en swahili. Suele haber bastante gente por la calle. Algunos ajetreados de aquí para allá y otros sentados en un rincón viendo las horas pasar.


Las infraestructuras también nos muestran la falta de recursos de la zona. Generalmente las casas o establecimientos son construcciones bastante básicas, muchas construidas con maderas y placas de chapa. Creo que el adjetivo adecuado sería “semipermanente”. Aunque en algunas, sí se aprecia algún material más estable y duradero como el cemento. Hace poco se alzó una nueva estancia en un espacio libre al lado de mi casa. Pude ver como el esqueleto consistía en palos y troncos. Cuando volví a pasar ya estaba todo revestido de láminas de metal gastado y se escuchaba cierta actividad en el interior.

                         

En los primeros días aquí, visité la casa de una de las familias beneficiarias de la parroquia acompañado por el padre superior. Accedí a la misma por una callejuela de barro, ropa tendida y niños que me miraban curiosos. La vivienda tenía una sola habitación para una abuela y sus tres nietas. El aire estaba muy cargado porque cocinaban, dormían y vivían dentro. Todo sucedía en un mismo habitáculo, pequeño y oscuro. Tenían unas sabanas colgadas para “dividir” la estancia a modo de cortina. No había lavabo, así que, o usaban el de algunos vecinos, o tendrían alguno comunitario. Visitar esa casa fue impactante y me mostró como vive, seguramente, buena parte de la población mundial.

Uno de los problemas de Kangemi es la falta de lugares de encuentro. No hay bares ni parques. Lo más parecido que he visto a un bar son un par de bancos diminutos bajo un techo y con un altavoz reproduciendo música reggae. Alguien sirve bebidas desde una caseta a borrachos que van llegando a medida que anochece. Por esta carencia, la gente se reúne muchas veces en las instalaciones de la Iglesia o en casas.

 En muchas partes podemos ver basura y barro mezclados en el suelo y las ovejas rebuscando algo que rebañar. A los lados de la calle hay pequeños puestos llenos de frutas y verduras expuestas en porches de viviendas. Algunos productos tienen muy buen aspecto y otros no tanto. También hay comercios más sencillos consistentes en una mesa con pescado que ha sido frito en una olla con el calor de una pequeña hoguera ahí mismo. Otros son simplemente una tela en el suelo con algunas verduras cuidadosamente ordenadas

Yo compro en uno de esos puestos las frutas y verduras. La verdad es que me sigue sorprendiendo la cantidad que puedo llevarme a casa por tan poco. Si no recuerdo mal, mi última compra fueron 6 tomates, 6 plátanos, un pimiento verde, dos mangos y un calabacín. Me costó todo unos 150 shillings, o lo que es lo mismo, 1 euro y 15 céntimos. De vez en cuando, compro chapatis, el pan local, en un puesto cerca de casa. Para mí no hay nada como un chapati caliente. Sin duda es de lo mejor del lugar. También tengo cerca una tienda donde compro pasta, arroz, jabón, huevos y otros productos. Para la carne y alguna otra cosa puntual camino hasta el Mall que está a unos 15 minutos de mi casa cruzando por Mountain View, el barrio rico que hay junto a Kangemi.

 

Al andar por el slum, es frecuente verse rodeado de polvo, sobre todo cuando no ha llovido desde hace tiempo. Este se alza del suelo por el viento o con el paso de coches, las camionetas y los boda-boda. Estos últimos son motoristas que hacen de taxi, una opción menos económica que un bus, pero más barata y rápida que un taxi normal. Generalmente, pasan rozando a los viandantes con música reggae o afrobeat sonando a un volumen más que generoso. Dejé de tener claros los límites de equipaje para una moto cuando vi un motorista que circulaba cargando un sofá (no una butaca, un sofá) atado con cuerdas. Evidentemente las motos con 3,4 y 5 pasajeros no son algo extraño de ver aquí. En la calle también hay hombres tirando de carros cargados hasta los topes. Las ovejas y los perros circulan también como peatones y son, por tanto, otro obstáculo para los vehículos.

La verdad es que no me gustaría tener que conducir por un slum. Un jesuita  siempre me dice que conducir por aquí es muy estresante y que necesita poner los cinco sentidos en el volante cada vez que coge el coche. Tiene razón. Nunca sabes si un niño te puede salir de la nada o si alguien está cruzando la calle en mal momento.

Antes de venir me imaginaba que el olor sería insoportable. La verdad, no es para tanto (o tal vez me he acostumbrado). Aquí el olor más destacable es el de la basura ardiendo. Sí, aquí esa es la manera de deshacerse de cualquier tipo de residuo. Mientras uno camina por la calle es frecuente atravesar algunas nubes del humo que sale de hogueras improvisadas a un lado de la calle. Personalmente, prefiero no respirar y cerrar la boca ya que lo que se quema en esas hogueras es basura y el olor a plástico es muy molesto. El momento más común de quema de residuos es al atardecer. Tiene sentido, ¿no? Quemar la basura del día cuando este acaba. Muchas tardes tengo que cerrar las ventanas para evitar que el olor se cuele dentro de casa. Aquí tienes que pagar para que te recojan la basura y, claramente, la gente tiene otras prioridades como comer, pagar el alquiler o las tasas escolares.

Por otro lado, está el tema del ruido. Como decía los boda-boda tienen algún tipo de altavoz integrado gracias al cual suena música para el conductor y para todo aquel que esté a 15 metros a la redonda. Sin embargo, no son los únicos sujetos ruidosos en Kangemi. Es muy normal encontrar un altavoz sonando a todo volumen en algún punto de la calle. Puede ser que simplemente se trate de música o que sea alguien predicando como si le fuera la vida en ello. Es sencillo, llegan a un punto de la calle, ponen el altavoz a tope y con música y el micrófono predican a gritos durante una hora o dos, luego se van. Es perfectamente posible oírlos chillar apasionadamente a 15 metros de casa toda una tarde.

Los domingos, día del Señor, son días de ruido y celebración religiosa. Desde bien pronto por la mañana, se escucha música en diferentes puntos del barrio, coros ensayando, gente predicando y otras manifestaciones (sobre todo sonoras) que son prueba de la intensidad con la que se vive la fe en Kangemi. Mucha gente escoge sus mejores prendas para el domingo. En la iglesia y por las calles se pueden apreciar los vivos colores de los vestidos africanos de las mujeres de aquí.

Aquí hay multitud de pequeñas iglesias semi improvisadas, pequeños cultos cristianos no católicos. El padre superior de St. Joseph me explicó que “aquí solo necesitas un altavoz para fundar tu propia iglesia”. En apariencia son pequeñas habitaciones a pie de calle repletas de gente rezando, dando palmas y bailando. Otras, más avanzadas, cuentan con espacios más amplios y están equipadas con más sillas. Otras veces no hay ni habitación, así que la comunidad está en la misma calle rezando o cantando. Al parecer estas pequeñas iglesias vienen de personas que montan su chiringuito y obtienen su propio sustento de las donaciones que sacan.

Sin embargo, lo más impactante del slum no es ni el humo, ni el polvo, ni los boda-boda, ni el ruido. Lo que más impacta, como persona blanca, es la impresión que uno causa en el entorno (y lo evidente que esta es). Aquí, cuando un blanco sale a la calle, el 85% de personas que se crucen en su camino lo mirarán. Unos miran con cierta timidez intentando evitar ser vistos, otros no le quitan el ojo de encima hasta perderlo de vista, otros le repasan de arriba abajo cuando pasa por delante de sus comercios, algunos miran, murmullan entre ellos y se ríen. Pero, sobre todo, muchos te llaman por lo que eres, un blanco. Así pues, lo normal es ser interpelado de diferentes maneras: Mzungu!, How are you?, Hi!, White man!

 Es un constante recordatorio de que eres el diferente, el nuevo.

La verdad es que uno se siente muy expuesto, muy observado. Pero hay que comprender que no están acostumbrados a ver personas blancas viviendo en Kangemi. Sí en la ciudad, pero no en el slum donde la gente es más pobre y no suele haber blancos. Para alguno de ellos, sobre todo niños, soy el primer blanco que han visto. De eso no cabe duda. En el colegio los más pequeños se acercan a tocar mi pelo y mi piel de blanco para creer realmente lo que están viendo.

Por ello, aunque sea molesto para mí, en el fondo sé que no hay maldad. Es curiosidad. Les llama la atención, les hace gracia, quieren hablar con el extranjero, saludarlo. Por eso miran como miran y saludan de esa manera. Así es la gente. Me gusta pensar que es la reacción que tendríamos en España si un día viéramos a una persona de color verde por la calle.

Por último, decir que Kangemi es un slum en proceso de mejora. Creo que hace menos de dos años no había alumbrado y las calles eran de tierra. Hoy esos dos problemas están mejorando e incluso se pueden ver más construcciones altas y permanentes como los bloques de pisos construidos por los chinos. 

En cualquier caso Kangemi ha sido mi hogar en este tiempo y es sorprendente como uno se acostumbra a un entorno tan distinto. Es cuestión de aceptar lo nuevo aunque no siempre sea lo más cómodo o fácil. Evidentemente, muchas veces sigo sintiéndome muy molesto con algunas cosas, incluso intimidado, pero ahora entiendo mejor este ambiente, este lugar y las personas que en él conviven.

       

Comentarios

  1. Willy, ¡¡Impresionante todo!! Me gusta muchísimo que escribas tus impresiones y vivencias y te animo a seguir. Así estamos más unidos a tí y rezamos por todas las personas que estás conociendo. ¡Un fuerte abrazo! Chini

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  2. Hi Willo
    Este blog empieza muy bien, muy descriptivo y cargado de humanidad que mas alla de adentrarte perfectamente en el sitio te mete en los habitos cotidianos de sus gentes y en los sentimientos que todo ello produce en ti como espectador en vias de convertirte en uno mas del barrio..
    Gracias! Y sigue compartiendo con los que nos ha tocado nacer con la 🌷en el cu...
    Bss! 😘

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  3. Xe, tio, quina passada! De debò, m'ha encantat no, lo següent. Com ja diuen a altres comentaris, l'essència del lloc queda perfectament reflectida amb eixa quantitat i qualitat de detalls. T'anime no sols a què continues escrivint (ja tinc ganes de la següent entrada) sinó que també seguisques fent-ho d'aquesta forma tan enriquidora.
    Moltes gràcies per compartir el teu testimoni.
    Un fort abraç des de l'Amazònia, company 🤗

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