La historia de C.

 

La historia de C.

El texto de hoy es breve y algo distinto. Es una historia concreta de una persona conocida que me sirve para ilustrar algo que considero importante destacar aquí, en el Blog. Se trata de algo que se da muy a menudo y el caso concreto es bastante representativo de las realidad de Kangemi. En concreto de la realidad familiar.

Estoy con C mi compañera de trabajo, es Diciembre y estamos cerrando la selección de la nueva promoción Upendo. Hay 30 plazas disponibles y más de 60 candidatos. Se trata de escoger a los 30 más necesitados. Para ello se utilizan unos medidores socioeconómicos e información sobre el contexto familiar del candidato. Todo queda plasmado en unas plantillas durante las visitas presenciales a estas familias

En estos documentos figuran algunos datos como el número de convivientes en el hogar, información sobre cada uno, las fuentes de ingresos, etc. Hay algo que me llama la atención en el apartado de familiares, concretamente en las casilla del “padre”.  En la mayoría de estos papeles esa parte está en blanco o tachada. Le pregunto por ello a mi compañera y ella me explica como funcionan las cosas aquí.

Por lo visto muchos hombres aquí engatusan a las chicas, les prometen cosas, y así consiguen acostarse con ellas. Eventualmente llega el momento en el que se quedan embarazadas. Acto seguido, el hombre desaparece. En ese momento la mujer se queda sola, con un bebé en camino y teniendo que hacer frente a una situación económica bastante compleja.

 Estas madres, que heroicamente salen adelante, muchas veces vuelven a ser engañadas. Ante su situación de vulnerabilidad no es raro que, tras un tiempo, aparezcan nuevos hombres con nuevas promesas. Estos aseguran que pueden ayudarlas, formar una familia hacerse cargo de su situación. Pero cuando se vuelven a quedar embarazadas se encuentran solas de nuevo con un hijo de otro hombre en camino. Muchas madres solteras tienen hijos de varios hombres, fruto de los diferentes engaños.  

Mientras C me explica todo esto, puedo notar en su expresión y en su manera de expresarlo que conocen bien estas historias, pues las cuenta con un tono personal y con una indignación especial. Mi compañera C es madre soltera y me explica su caso. Por lo que sé de ella creo que viene de una familia relativamente buena ya que fue a la universidad. Ella es la mayor de 5 hermanos y sé, por otras conversaciones pasadas, que su padre es alcohólico.

Al acabar la universidad, se quedó embarazada como tantas mujeres jóvenes en Kenia. En ese momento no estaba viviendo con su familia, así que pudo ocultarlo por un tiempo. Pero su situación vital estaba a punto de cambiar. C se puso a buscar trabajo de lo que había estudiado (trabajo social) sin demasiado éxito y, finalmente, encontró un puesto de promotora de productos en un supermercado para obtener los ingresos que tanto necesitaba. El trabajo consistía en estar de 8 a 16h animando a clientes a comprar unas ensaladas. Por supuesto estaba de pie todo el tiempo y, con el embarazo, le dolía la espalda y terminaba agotada. Temía que su familia se enterase, ya que al ser la mayor de 5 hermanos la decepción sería doble para sus padres: no solo había cometido un error garrafal como hija sino que estaba dando muy mal ejemplo a sus hermanos.

Al octavo mes decidió volver a casa. Su madre entendió su situación, le dijo que se había equivocado pero que la perdonaba. Su padre se lo tomó realmente mal, la insultó y humilló de las peores formas posibles e hizo que la convivencia fuera un infierno. Su embarazo estuvo marcado por la soledad y por una importante falta de apoyo. Por fin llegó el parto, era un niño.

A los 3 meses, C empezó a buscar trabajo de nuevo y al octavo mes encontró unas prácticas de trabajadora social aquí, en St. Joseph, Kangemi.Tuvo que dejar a su hijo en casa, lejos, con sus padres. A los 6 meses la contrataron y se hizo con el puesto. Hace solo unos pocos meses pudo traer a su hijo a Kangemi, donde está construyendo su nueva vida con un trabajo estable.

Le pregunto por el padre del chaval. Me dice que era un chico de su tribu con el que estuvo. En su momento, le comentó que tenía intención de "aparecer de vez en cuando" en la vida del niño, pero sin mostrarse dispuesto a dar soporte económico alguno. Ella le dijo que desapareciese de su vida y que no se molestara en volver a contactar con ella. Pero sabe que, por la cultura de su tribu, algún día querrá volver y conocer al niño, pues un varón es algo importante para ellos. Pero ya será tarde.

Ahora lo pasa realmente mal viendo como las niñas en nuestra escuela secundaria se quedan embarazadas. Le hace revivir su historia. Es capaz de empatizar con ellas y comenta que la situación de estas niñas es incluso más difícil ya que ellas están en edad escolar, viviendo en casa con sus padres. Ella al menos salía de la universidad cuando se encontró en esa situación.

Tiempo después escucho más historias de este tipo. Hombres que desaparecen una mañana sin más, abandonando a la mujer a su suerte, o que niegan rotundamente ser el padre de la criatura. En palabras de un amigo “los hombres aquí se asustan y huyen, porque un hijo comporta muchos gastos”.

Como siempre, hay de todo, y conozco también casos entre el alumnado de Upendo en los que el padre hace realmente de padre. Pero no deja de llamar la atención la frecuencia con la que las mujeres se encuentran solas ante el gran reto que supone traer una criatura al mundo viviendo, en muchos casos, en la inestabilidad económica más absoluta.

Comentarios

  1. También en Latinoamérica son muy frecuentes esos abandonos de los que hablas. Son tan comunes, que llegan a ser aceptados socialmente.

    Aquí en Brasil he podido escuchar historias de mujeres venezolanas que habían llegado con su esposo e hijos al país. Gracias a la "Operação Acolhida", existe la oportunidad de "interiorizarse". Es decir, pasar de un estado fronterizo a uno del interior del país con más opciones de trabajar, etc. Entonces, el marido aprovechaba este proceso para trasladarse a otro estado distinto gracias a una oferta de empleo. Al tiempo cuando su mujer e hijos podían solicitar la "interiorización" por reagrupamiento familiar, este les avisaba de que no hacía falta que fueran, que ya había rehecho su vida. Que lo olvidasen.

    También se da el caso, en el día a día, de mujeres con hijos que llegan a la oficina del SJMR Manaos. Atendiéndolas, solo con las preguntas básicas de rigor, te das cuenta de que vinieron ya "solteras" con hijos y al llegar, debieron conocer a alguien más con quien de nuevo tuvieron hijos. Sin que ello modificase su condición de "soltería". Seguían solas. Ahora con más hijos a cargo. Me resulta aterradora la indiferencia con la que se vive esto y la resignación general.

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